Periodismo dependiente
  Calumnias e Injurias
 


Pareciera que los medios independientes del país no estuvieran dispuestos a negociar con el hipercorrupto kirchnerismo aunque a su noble y ya disfonica voz se le complicara acompañarla. Pareciera que no hay acto de gobierno, por insignificante que este fuera, que pudiera escapar al escrutinio constante (y sonante) de los adalides de la libertad de expresión.
Pero he encontrado un ámbito donde la presidenta descansa. Una isla en el bravo mar de los fatales reproches contra cualquier medida oficial. Me refiero al proyecto de despenalización de los delitos de calumnias e injurias presentado por la gestión de Cristina Fernandez de Kirchner.
Por supuesto que en esa isla tampoco existen los elogios. Cuando las medidas favorecen ostensiblemente a los medios, estos usan la moderación que se ahorran al criticar las medidas contrarias a los intereses de sus sponsors. Después de todo, lo suyo es un apostolado.
Político-criminalmente hablando, esta despenalización extendería el ámbito de impunidad de la sociedad (o, bien dicho, restringiría el ámbito de prohibición, pero me estoy esforzando por utilizar consecuentemente el estilo periodístico en boga) ¿No tienen nada que decir los periodistas sobre esta avanzada del libertinaje, sobre este reblandecimiento de la mano blanda?
Claro que no. No de trata de “trapitos” (así bautizó la prensa esta semana la prensa independiente vernácula a los cuidacoches, por contraposición de víctimas, a quienes se calificó sin mas precisiones de “ruggbiers”)
¿Qué debe garantizar el estado? ¿Cuáles bienes? ¿Solo la integridad física?
¿Qué prefiere el lector: que le bajen una muela de una piña, o que lo acusen infundadamente de pedofília en un medio nacional?
 

 
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